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martes, 16 de septiembre de 2014

Un día normal


Hoy es el cumpleaños de Rossy de Palma y hace 3 años que murió mi padre. Así de absurda es la vida. Alguien le dice felicidades a Rossy de Palma en Instagram y que le quiere y en cambio a mí me crece una pena enorme. Una pena difícil de digerir porque hoy, el día que hace 3 años que murió mi padre, me he levantado a las 7.30 de la mañana. Estaba casi oscuro y un poco fresco a pesar de que mis ventanas siguen abiertas y duermo sin edredón. Hoy yo no tenía más sueño ni menos que ayer. Era un sueño normal.

Me he montado en el coche, con otros 100.000 madrileños más y la M30 iba llena. Ni más ni menos que otros días. He llegado al trabajo y desayunado el mismo café de todos los días, frío, cortado con hielo. Y he subido a mi mesa que estaba como ayer, tan anodina y desordenada como cualquier día de mi vida. He trabajado: las mismas llamadas, las mismas reuniones, las mismas voces, las mismas portadas, los mismos reportajes. 

He hablado con mi hermana cuando iba a por algo de comer y a que me diera el aire, un viento todavía cálido en un septiembre que aguanta como verano. He comido sola un poco a deshora, como tantas veces. Un gazpacho prefabricado que no estaba mal y algo más. He hablado con alguna compañera sobre el miedo a volar que tengo y que me sorprendió a los 33 años porque yo antes no tenía miedo a volar. Chispeaba fuera a pesar del calor.

He vuelto a currar. Alguna charla normal. Lo de siempre. Alguien que iba a pasar la ITV y alguien que ha dejado de fumar y que sigue con mono. Varias llamadas, una noticia, varios mails. Me he montado en el coche y he conducido con otros 100.000 madrileños hacia casa. En la radio han puesto Manowar y una canción muy dulce que no conocía. He llegado a casa. Me quitado la ropa para ponerme un vestido morado de punto con un kimono que utilizo para estar tumbada en el sofá y no llenarme de pelos de gato.

Me he servido una copa de vino, he cogido el ipad y he puesto algo de música, la lista de reproducción que oigo desde hace un mes. He abierto Instagram y he visto que hoy es el cumpleaños de Rossy de Palma. Hoy 16 de septiembre, el día más triste de todos mis calendarios, es su cumpleaños. Y me he puesto a llorar desconsolada, con angustia, porque yo solo triste no sé estar.

Porque mientras me arropaba hoy a las 7.30 e intentaba no levantarme recordaba que he estado soñando toda la noche con mi padre, mi padre muy enfermo. Y mientras iba en la M30 enfadada con el tráfico pensaba en que a él siempre le encantó su trabajo, y eso le hizo muy  feliz a lo largo de su vida. Y me he tomado el café recordando que era 16 de septiembre un día de mierda. He trabajado toda la mañana imaginando cómo estarían mi madre y mi hermana que habrían ido al cementerio. Si mi madre estaría llorando mucho.  Y me han tocado las narices como nunca todas las estupideces de mi alrededor: los enfados por cosas que no importan, las discusiones, los territorios, los lugares comunes… Esas cosas que son tan normales todos los días también en mí. Y he comido sola porque no tenía muchas ganas de hablar y quería charlar con mi hermana pero no hemos conseguido decirnos nada porque íbamos a romper a llorar y había que seguir.

Así que me he tomado un gazpacho prefabricado y me he acordado de  que a mi padre le encantaba el de mi madre y he intentado ser simpática y disimular mi pena mientras hablábamos del miedo volar, algo que a mi padre le aterraba y a mí me hacía gracia de pequeña ver que a tu padre, al mío, le daba miedo una cosa, una sola cosa que le hacía vulnerable y humano a mis ojos. Y resulta que a los 33 se lo heredé para sorpresa mía.  Y he seguido trabajando mientras hablaban de dejar de fumar y yo no podía evitar pensar que él no sabía que yo iba a dejar de fumar alguna vez. Y que le hubiera encantado, y a mí tanto poder contárselo.

Luego he vuelto en el coche y mientras sonaba Manowar me he sentido molesta de que todo fuera tan jodidamente normal hasta el tiempo apacible de finales de septiembre, la música de fondo y el cumpleaños de Rossy de Palma también. 
Yo que necesitaba hoy una tormenta apoteósica, los mil vientos, una tempestad, algo que lo parara todo, algo que me dejara espacio, tiempo, silencio. Algo que me asegurara que hoy no es un jodido día normal porque no lo es. Para nada, aunque os lo haya parecido, hoy es un día mierda, porque es 16 de septiembre, y a las nueve y cuarto de la noche, hace 3 años que murió mi padre.

martes, 2 de septiembre de 2014

Todos los cigarros buenos (y también los malos)

Hoy, 3 de septiembre, hace 1 año que dejé de fumar y cada uno de esos 365 días me sigo sorprendiendo de no fumar. Es una sorpresa que me da alegría constante porque ni yo misma pensé que podría dejarlo. No lo había intentado nunca y cómo ya expliqué (Consejo 112), todos mis amigos me asociaban al gesto de fumar. Tanto es así, que en mi entorno varias personas lo están intentando dejar bajo la máxima de:

- Si Amaya ha podido dejarlo, cualquiera puede.

Si eres fumador, tengo una buena noticia para ti: No es tan jodido como imaginas y todo el mundo puede hacerlo. En eso se resume todo. Así de sencillo. No pienso convencerte de que lo dejes, eso es una chorrada. Pero la mayoría de los fumadores, fumamos porque creemos que es peor dejarlo. No es que no te apetezca no fumar. Lo que no te apetece es dejarlo. Lo entiendo porque parece el fin del mundo. Pero no.

Yo he fumado con anginas, catarro, vómitos, gastroenteritis e incluso con una resaca de tabaco, que debe de ser lo peor porque solo el aire te raspa en la garganta. Con dolor de muelas, con frío, debajo de la lluvia tapando el cigarro con mi propia mano, muerta de sed en el asfalto de Madrid a 40 grados, a escondidas, tres seguidos al bajar de un avión, tres seguidos antes de subirme y después de una paliza nadando, a pulmón abierto, con esa sensación que te da un cigarro cuando has hecho deporte y llevas rato sin fumar. Todos me los he fumado. También los humillantes: a escondidas en algún baño, el cigarro después de discutir con alguien porque lo que tienes es mono de nicotina, en sitios en los que está prohibido y en mitad de la noche mientras cuidaba a mi padre en el hospital. Esos también me los he fumado, los cigarros más tristes y culpables que recuerdo.

También me he fumado los otros, los buenos. Al salir del mar con la boca mojada de sal, todos los cigarros después del café del desayuno, los cigarros después de haber hecho algo duro que no me apetecía, esos que te salvan de una situación incómoda, los que he compartido con compañeros de trabajo que han acabado siendo amigos gracias a esos momentos, los cigarros después del vino y los cigarros de copas, cigarros bailando, o conduciendo con buena música, cuando se termina una novela que te gusta, o sales de ver una buena peli en el cine, los cigarros al bajar del telesilla, justo antes de un buen descenso, los cigarros de concierto, de vermut con los amigos, y los de descanso en la biblioteca. Al salir de trabajar o los de las buenas noticias.

Me los he fumado todos pero espero no volver a fumar ni uno, porque los cigarros al salir del mar no existen sin los cigarros con anginas. Esa es la faena. Sin tener que tener siempre tabaco encima, sin esas ganas constantes, sin gestionar mono, sin depender. Y no me merece la pena.




Parece imposible dejarlo, nunca es buen momento, siempre es mejor mañana, no quieres discutir con tu pareja, en tu curro, tener ansiedad, no quieres engordar,tener insomnio, no quieres sufrir. Lo entiendo, pero estate tranquilo, un día te hartarás y por fin estarás un día entero sin fumar, y luego otro, y luego otro. Puede que caigas pero por lo menos sabrás que puedes estar 24 horas sin fumar, 48, 72 horas o 365 días. Y eso ya es mucho. Porque te parece que eliges fumar, pero siendo fumador no es así. La libertad es no fumar.


No es tan jodido como imaginas y puedes hacerlo. Y aunque no lo creas, llega un día en que no piensas en fumar en 24 horas. No te apetece. No lo echas de menos y ¿sabes? El café sigue estando muy bueno, las copas te sientan mejor y nadar en el mar sigue siendo la leche.

Y, ya sabes, si Amaya ha podido, cualquiera puede.

PD. ¡Aúpa Silvia! Que ya has pasado lo peor ;-)

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